En un lugar oscuro una niña encerrada se encontraba, pues sus piernas dañadas estaban; caminar y hablar le era imposible, pero su apetito le rogaba a gritos un poco de comida, así fuera mal oliente. Un día ella en su cama postrada se veía expectante, de que un roedor pudiera ser atrapado por una de sus trampas mortales.

 

Así se acababan los días y nada pasaba, su estomago ya era capaz de interpretar los chirridos de su silla oxidada; tuvo que tomar una decisión impaciente, pues era morir de hambre o esperar a que su mente le jugara juegos implacables. Se acercó a la cocina pero en la nevera nada encontró, sin embargo algo mucho más interesante en la mesa observó.

 

Un cuchillo usó y con éste su mente perdió; una pierna se rebanó; y con varias mordidas su estomago quejumbroso lleno.

 

Feliz pudo dormir para siempre, con una de sus piernas en su panza y una rata, ya muy tarde atrapada en una trampa.