En un tiempo lejano, había un planeta habitado por máquinas, donde el brillo era lo esencial; en un rincón muy escondido de este lugar, se encontraba un padre y su hijo Hugo, quien era un pequeño autómata para nada inseguro, pues a él no le importaba el brillo y amaba los desperdicios, los usaba para construir instrumentos y así cumplir su sueño, ser el majestuoso y más grande autómata orquesta.

Pero su padre no estaba muy a gusto con su visión, ya que él deseaba que su hijo fuera recolector y así le hiciera honor a la tradición. Hugo probaba sus instrumentos con sus amigos, pero nadie le prestaba atención, debido a que brillo buscaban y no un autómata que en su espalda cargaba un trombón. Así que eso le hizo pensar que para la fama lograr su cuerpo e instrumentos relucientes debían estar.

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Su plan empezó a ejecutar y como loco brillo empezó a guardar, su padre se sentía orgulloso porque no sabia sus intenciones, de adaptar todo ese color reluciente a su disfraz; brillante Hugo vestía y de su hogar salió al centro de la ciudad dónde empezó a interpretar música sin igual. Todos se encontraban fascinados por la interpretación que la basura podía mostrar, o al menos eso en la mente de Hugo estuvo presente, porque las intenciones de la muchedumbre eran las de robar.

Al terminar todas las máquinas encima de Hugo se lanzaron, y al pobre desvalijado dejaron. Al rato llegó su papá preocupado que vio a su hijo en el suelo postrado, Hugo lo vió con arrepentimiento y sin fuerzas se desmayó.

Al despertar en su casa se encontró con una silla en el centro de la habitación, con él encima de un sillón y su padre poniendo atención, esperando a que Hugo terminara de interpretar de nuevo esa hermosa canción.